Canonización da esperanza y fe a mexicanos

Canonización da esperanza y fé a los mexicanos
La ceremonia de canonización se celebró en Roma
SANTA MADRE LUPITA- María Anastasia Guadalupe García Zavala








Ciudad del Vaticano.- Luego de la canonización de la santa mexicana, Elia Luz Flores, una sobrina nieta de Zavala, consideró como una gran responsabilidad tener una santa en la familia.
“Es una responsabilidad porque ahora me tengo que preguntar: ¿qué tengo que hacer yo para imitarla?”, dijo Flores.

“Ha sido y será un ejemplo para todos nosotros”, consideró, en tanto, Raquel Zavala, de 66 años y quien viajó 15 horas hasta Roma para participar a la ceremonia.

“Con esta canonización México le está compartiendo al mundo que la fe es muy fuerte en nuestro país”, puntualizó Leticia García, de 46 años, con los ojos llenos de lágrimas.

Otros fieles destacaron, en cambio, que hay puntos en común entre Zavala y el nuevo Papa, como la sencillez y la atención de ambos para los pobres y los enfermos.

Tras el acto en Roma, se celebró una pequeña recepción en un hotel romano, el Columbus, a la que acudieron algunas personalidades del clero mexicano y un grupo de los familiares.

De los 54 beatos y santos que tiene México, 35 fueron promovidos por el difunto pontífice Juan Pablo II; 14 por Benedicto XVI y, ahora, una por Francisco.

La madre Lupita falleció en Guadalajara el 24 de junio de 1963, a los 85 años. Al momento de su muerte, mucha gente se congregó para venerar sus restos mortales, porque ya desde entonces se le consideraba una santa.

La religiosa mexicana María Guadalupe García Zavala, conocida como Madre Lupita, fue canonizada ayer en una multitudinaria misa celebrada por el papa Francisco en la Plaza de San Pedro, en la que también participó una delegación de más de 400 fieles procedentes de México.

Nueva santa mexicana

La nueva santa mexicana, fundadora de la Congregación de las Siervas de Margarita María y de los Pobres, se convirtió así en la segunda mexicana en obtener este reconocimiento.

La primera fue María de Jesús Sacramentado Venegas de la Torre, originaria de Zapotlanejo, Jalisco.

A la ceremonia, en la que también se elevó a los altares a la colombiana Laura Montoya, asistieron el promotor de la causa de canonización, el obispo Óscar Sánchez; el representante de la Presidencia de México, Roberto Herrera, y el nuevo embajador de México en El Vaticano, Mariano Palacios Alcocer.

De igual forma, el cardenal José Francisco Robles, titular de la Arquidiócesis de Guadalajara, y el cardenal Juan Sandoval Íñiguez, quien conoció personalmente a Zavala (1878-1963).

“La conocí con 13 años en 1946, siendo yo un joven seminarista y ella ya una generosa mujer que atendía los enfermos del Hospital de Santa Margarita (en Guadalajara), y luego la volví a ver en 1961, pocos años antes de su muerte”, dijo a Reforma el cardenal Sandoval.

Sánchez, en cambio, explicó que la canonización fue aprobada después de que El Vaticano diera su visto bueno a un segundo milagro, que es necesario para convertirse en santo y que, en el caso de Zavala, fue la curación de una persona que sufrió un derrame cerebral y que ahora está en buen estado de salud.

Otro elemento que tuvo importancia fue que durante los momentos más álgidos de la confrontación con la Iglesia en México, en medio de la Guerra Cristera, Zavala ayudó a algunos sacerdotes a ocultarse en un hospital, entre ellos el Arzobispo de Guadalajara, Francisco Orozco y Jiménez.

POR QUÉ SE CONVIRTIÓ EN SANTA

» El Vaticano dio su visto bueno a un segundo milagro, que es necesario para convertirse en santo y que, en el caso de Zavala, fue la curación de una persona que sufrió un derrame cerebral y que ahora está en buen estado de salud.

» Otro elemento fue que durante los momentos más álgidos de la confrontación con la Iglesia en México, en medio de la Guerra Cristera, Zavala ayudó a algunos sacerdotes a ocultarse en un hospital, entre ellos el Arzobispo de Guadalajara, Francisco Orozco y Jiménez.

Despiertan ilusiones y alegrías

Por: AFP

Miles de personas se congregaron desde temprano en la Plaza de San Pedro, con la mochila al hombro, el sombrero en las manos y juguetes y biberones con qué entretener a los niños para poder participar este domingo en la primera ceremonia de canonización realizada por el Papa Francisco.

Entre los asistentes había numerosos devotos de la colombiana Laura Montoya Upegui, la primera santa de Colombia, fundadora de la Congregación de las Hermanas Misioneras de la Beata Virgen Inmaculada y de Santa Catalina de Siena, que se ocupó de la evangelización de indígenas y marginados.

Unos 200 mexicanos llegaron especialmente para la canonización, de la Diócesis de Guadalajara, según contó a la AFP la hermana María Elena Ruiz, de la Congregación de la Madre Lupita.

“Esta canonización, el hecho de darla a conocer nos hace profundizar nuestras raíces, nuestra misión”, confesó con voz entrecortada por la emoción Lucía Casas, quien viajó desde la ciudad de Guadalajara.

“Saber que tenemos una nueva santa nos da mucha alegría”, dijo conteniendo las lágrimas.

María del Pilar Rosales Gómez, contó que la santa le ha concedido a ella también un milagro.

“Le pedí por un nietecito que nació malito, hace 14 años, y gracias a ella mi nieto vive. Yo quería venir, quería venir y mi hijo me hizo el favor de mandarme”, aseguró.

UN EJEMPLO PARA LA HUMANIDAD

En la Plaza de San Pedro, algunas madres jóvenes con bebés se habían sentado al borde de los pasillos creados por la seguridad, esperando que el Papa pasara por ahí al finalizar la ceremonia.

La hermana Blanca Pérez pertenece a la Congregación de las Misioneras de la Madre Laura. “Lo más importante de la madre Laura fue su entrega a Dios y la pedagogía del amor, con los indígenas, con los pobres”, explicó a la AFP.


“Esto puede ser un ejemplo para Colombia porque la guerra, la violencia, es ausencia de amor. Si todos nos propusiéramos amar, hacer el bien, si ponemos junto todo ese bien, Colombia se transformaría”, concluyó.
Ante un espléndido sol de primavera después de varios días de nubes, algunos no pudieron resistirse al hecho de demostrar su espíritu colombiano con banderas del propio país, que si bien no expusieron al comienzo, porque así lo pidió el director de la ceremonia, terminaron por desplegarlas después.

Otros mostraron su orgullo mexicano, como algunas monjitas que llevaban sombreros de mariachis, mientras a la plaza seguía llegando gente para escuchar también el rezo del Regina Coeli y el saludo del Papa, como cada domingo.