Martires del Cubilete

ESCRITO POR EQUIPO NACIONAL
MARTES 16 DE JUNIO DE 2009 20:45





Eran las doce horas del medio día del sábado 22 de noviembre de 1975.

Juan Bosco y César Fernando bajaban en un “Vocho” del Cubilete hacia Silao, Guanajuato, antepenúltima parada de las ofrendas.

Una rosa de plata, una antorcha y una Bandera Nacional, eran las ofrendas de la 3° Marcha de la Juventud Mexicana organizada por la Acción Católica de la Juventud Mexicana (A. C. J. M.)

Llegaban de una carrera de relevos, acompañados desde la Basílica de Guadalupe, al monumento de Cristo Rey en el cerro del Cubilete

Los comandos respondieron con insultos, golpearon el auto con unas cadenas y abrieron fuego contra los jóvenes.


Donde termina la carretera de asfalto y comienza un camino empedrado, ahí es Aguas Buenas.

Es un pueblo de Silao, municipio que con el paso de los años se convirtió en el centro neurálgico del comercio exterior en la región gracias a su Puerto de Aduanas.

Como todo pueblo, Aguas Buenas también tiene una historia que contar.
 
Es una historia de sangre.


Ubicado en las faldas del Cerro del Cubilete -famoso por el monumento a Cristo Rey que lo corona- el pueblo recibe a sus visitantes con un monumento de poco más de 10 metros de altura: son dos columnas paralelas que al centro, en la parte más alta, tiene una cruz.

Se construyó en 1976, en honor a dos jóvenes de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM) asesinados a tiros un año antes.

Hoy se cumplen 33 años del doble homicidio… y el crimen sigue impune.

Hace tres décadas, coinciden las versiones, gente extraña se infiltró en la peregrinación de la ACJM a la montaña de Cristo Rey, con la intención de sabotear la marcha.

El hecho es que murieron acribillados a tiros los acejotaemeros Juan Bosco Rosillo Segura y César Fernando Calvillo Silva; la duda es quién los mató.

Hay otra coincidencia en las versiones: los jóvenes no tenían que morir.

En abril de 1976, Pablo Castellanos López -presidente nacional de la ACJM y actualmente catedrático en la Universidad Popular Autónoma de Puebla (UPAEP)- contó en una edición casera su versión.

El día del crimen Juan Bosco y César Fernando viajaban en un volkswagen sedan amarillo en compañía de Isaac Balderas Ceballos, quien por cierto sobrevivió al ataque.

Al pasar por una brecha, como a 350 metros del poblado en dirección al cerro, Juan Bosco detuvo el vehículo: “el paso estaba obstruido por jóvenes, todos de espaldas al coche, que se divertían con el burro que uno de ellos montaba.
"Juan Bosco sencillamente pidió que por favor los dejaran pasar. La respuesta que escucharon fue: ‘cuál compermiso hijos de la…, los vamos a matar”, narra Castellanos.

Armado con una pistola –continúa-, un joven abrió violentamente la portezuela izquierda y golpeó en la cabeza a Juan Bosco. En ese mismo momento Isaac, que iba en el asiento derecho de adelante, brincó hacia el río –que estaba seco- y logró escapar. “Después, a sangre fría, cobardemente, dispararon sobre Juan Bosco Rosillo y César Fernando Calvillo, quien ocupaba el asiento posterior. Los proyectiles, disparados a quemarropa, al cuello y a la cabeza produjeron la muerte a ambos. Apenas y se dieron cuenta de la brutal agresión”, describe.

En su libro Pablo Castellanos sugiere que el crimen se debió a que la marcha fue en honor a Cristo Rey. Odio religioso