La muerte se hizo azúcar y pan


Como cada año, hoy celebramos nuevamente un "Día de muertos".

Es un día lleno de color, lleno de luz. No tiene nada que ver con el dolor, con la tristeza con que otras culturas recuerdan a sus difuntos.

El pueblo mexicano viste a sus difuntos de color. Podemos verlo en nuestras famosas calaveritas de azúcar
El pintar nuestras calaveritas tan alegres, es por la certeza que tenemos de la alegría que gozan ya al lado de Dios.
,

podemos verlo en la famosa "catrina",


 podemos verlo en nuestros altares El recuerdo que se hace de ellos, es un festejo en el que se comparte alimentos, su bebida preferida, algún gustito que se daban. Es también un honrarlos, un recordarlos sin tristeza.


Este día los panteones se llenan de color.
A diferencia de muchos panteones en otros países, muy elegantes... y solitarios,los panteones mexicanos no son lugares tristes, normalmente son lugres llenos de vida. A sus puertas, vemos puestos de flores donde el cempatzuchitl o "flor de muertos" y sus colores amarillos y naranjas sobrealen entre los claveles, las rosas; flores tan sutiles como las nubes de quien toman su nombre, son insustituibles, como si fueran un recuerdo de donde se encuentran nuestros seres queridos.

A las puertas de los panteones, encontramos puestos de taquitos, de quesadillas, de comida. Los "panteoneros" hacen viajes con botes de agua, limpian las tumbas y las mantienen arregladas.Se combina el mundo con el mundo sobrenatural en armonía



Las familias se reunen en el panteón, comen ahí, limpian sus tumbas, las arreglan; algunos llevan músicos para que toquen las melodías preferidas de nuestros seres queridos.


No es un culto a la muerte, ni tiene nada que ver con la "santa muerte". Al contrario, tiene que ver con la victoria de Cristo sobre la muerte.


La manera en que el pueblo mexicano ve a la muerte, tiene un profundo sentido religioso. Desde tiempos ancestrales, se tiene respeto por los antepasados. Respeto al que se agregó la alegría ,cuando se conoció de la resurrección. Las ceremonias prehispánicas dejaron de tener ése tinte de temor, de oscuridad y se llenaron de luz y de color. Entonces, empezaron a pintarse alegres calaveritas y empezó a ser un día de fiesta que compartimos con nuestros difuntos, que nos visitan éstos días.

Son esperados con la hospitalidad tradicional del mexicano, un pueblo conocido por su cordialidad.
 Y como el buen juez, por su casa empieza, el pueblo mexicano recibe hoy a sus ancestros difuntos con alegría.
 Y con ésa misma alegría, aquí una "calaverita" literaria:


"Estaba la muerte muy orionda
sintiéndose la muy muy;
se llevaba todo lo que viviera,
se los llevaba con todo y tul.

Hasta que  llegó uno más más,
que con una cruz le dió.
Le dolieron todos sus huesitos,
y nomás gritaba: "paz, paz"..

Ahora la oimos cantando:
"yo tenía un chorro de voz,
después de Cristo triunfante,
nomás me quedó la hoz"

Ah, qué muerte tan canija,
dicen ahora los difuntos.
Nos tenías bien frititos
dándole a la manija.

Ahora somos nosotros,
los que alegres te cantamos:
"Ya llegó el que andaba ausente
y ése y yo juntos andamos".